domingo, 28 de marzo de 2010

COMPETENCIAS DOCENTES BASICAS

Hablar para seducir.

Seducir desde la clásica Grecia se decía que la palabra significa la posibilidad de influir en el ánimo de los demás mediante la retórica, pero históricamente el término seducción se ha asimilado más al arte del engaño, actualmente los diccionarios mantienen esta acepción, recogen también un segundo significado del término, más acorde con lo que aquí nos interesa, que considera la seducción como la posibilidad de ejercer una “influencia irresistible en el ánimo del otro.
Cómo afirma Grijelmo (2000), la seducción de las palabras parte de un intelecto, pero no se dirige a la zona racional de quien recibe el enunciado, sino a sus emociones, y sitúa en una posición de ventaja al emisor, porque este conoce el valor completo de los término de los términos que utiliza, sabe a su perfume y de su historia y, sobre todo, guarda en su mente los vocablos equivalentes que ha rechazado para dejar paso a las palabras de la seducción.
En un discurso seduce en primer lugar el sonido de las palabras que inevitablemente irá unido al tono y al timbre de voz, al ritmo y la cadencia, el sonido impregna la percepción y la comprensión de lo que se está oyendo. Además quien pretende seducir debe de conocer al otro, comprender sus intenciones y los resortes que pueden influir en su ánimo, ejercer un cierto perspectivismo empático.
Enseñar el poder de las palabras, reflexionar sobre las connotaciones de cada término y las posibilidades y efectos de estas connotaciones cuando forman parte de un mensaje y se insertan en una delimitada situación comunicativa debería ser uno de los objetivos que deberíamos mimar desde el ámbito de la enseñanza de la lengua.
Así cuando se planifica una exposición oral o un texto escrito o se analiza un mensaje recibido, uno de los aspectos sobre lo que se puede y seguramente se debe incidir es el que se refiere al carácter connotativo de dicho mensaje.

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